"Amigos
imaginarios, mundos inexistentes y otras adicciones psicológicas"
Nunca he sido capaz de racionalizar el tiempo-espacio-mente a
sí que en estos momentos de mi vida sigo
acudiendo a una serie de adicciones psicológicas
de las que no quiero o puedo desprenderme, ya que sin ellas posiblemente
moriría de una depresión o suicidio. Una de ellas es la contemplación y mi vida rehabilitada en universos
paralelos, para otros extraños o inexistentes.
Contemplar la naturaleza, un árbol por ejemplo, me lleva a
sentir su esencia. La respiración se
vuelve profunda y lenta y en escasos segundo soy una parte de ese árbol. La
contemplación de los seres humanos, es otra de mis adicciones. Recrear la
mirada en un rostro, es uno de los enigmas
más esenciales que he podido contemplar. Ver como ese rostro se va trasformando
en otro rostro, que forma una imagen distinta hasta ser en ese ínstate otro ser humano. Contemplar el mundo social ulular a mi alrededor me hace sentir
un inmenso compromiso que de alguna
manera da vida a mi desconcierto asociado a la desaprensiva conducta de algunos
humanos.
No es un habito que pueda decir que provoco adrede, el que
me detenga a contemplar, si no que este habito nacido de forma natural me lleva de continuo a
navegar en una inercia paralela a la mental, que es la que me proporciona la sujeción
a lo cotidiano más técnico, trabajo, socialización, o como llamémoslo vida
cotidiana o rutina y en esta rutina de lo establecido dirijo dos empresas un centro de idiomas y una editorial a parte de la dedicación
a la escritura y la pintura.
Estos mundos paralelos en mis primeros años de vida debieron unirse en algún punto a
pesar de la incongruencia de unir las paralelas, pero debió de ser a si sin remedio.
Mi niñez… un continuo caos de dolor y desconcierto. Nací en Béjar
una ciudad de la provincia de Salamanca – España- situada en la prolongación de la sierra de Gredos.
Por lo tanto largos periodos de frio, hielos, nieves, tormentas y extremas vivencias acompañaron mi vida hasta
los 14 años, en que mis padres decidieron emigrar a la ciudad de Salamanca.
Recuerdo un espacio de
no-tiempo en que me sucedió algo que ha
estado presente a lo largo de toda mi vida. En plena noche mi papa me llevaba
en brazos por las calles de mi ciudad y debíamos de bajar por una cuesta cubierta de hielo y
nieve hasta llegar a nuestra casa. Intentó hacerlo conmigo en brazos, hasta que
viendo que era inútil me puso en
contacto con el hielo y me deslicé a gran velocidad envuelta en mi abrigo de
conejo. Me produjo tal éxtasis que aun debo aspirar una gran cantidad de aire
para soportar el recuerdo. Pasado los años y a una edad ya adulta le conté a mi
mama que me acordaba de este hecho, ella se extrañó conmovida, ya que sabía a ciencia cierta que
yo debería de tener solamente 8 meses y estaba tan segura de mi edad, debido a
que el abriguito de conejo era de bebe. Nací
en Abril y el invierno en la Sierra se
inicia en diciembre así que más tarde ya no pudo ser. Más tarde y no creo que tuviese
más de 5 o 6 se años conocí a mi amigo imaginario que era trapecista en un
circo. El primer contacto con él fue bajando una cuesta hacia la huerta de mis
abuelos. Simplemente apareció a mi lado y se quedo hasta muchos años después.
Esta huerta era mi refugio y mi escapatoria. No soy consciente que fuese premeditado que
quisiese escapar de algún lugar donde sufría si no que me iba hacia los lugares donde las
flores, los campos, el maíz o los tomates habitaban. Allí conocí a mi amigo imaginario: no tenia nombre y no recuerdo que fuese necesario que lo
tuviese sí que recuerdo de donde venia y como he dicho antes venia del CIRCO
donde trabajaba de trapecista. Sabio, bello, dúctil, sensible y de más edad que
yo… un tesoro de incalculable belleza que me
deleitaba con sus vivencias por otras ciudades del mundo y del que
no quise nunca desprenderme.
¡VOLAR! Él era en mi
un nexo necesario al que acudir. Siempre
estaba atento a mi dolor, a la angustia que me producía el no poder entender la
realidad de mis mayores que obviaban mi conducta o tal vez ignoraban la
melancolía de una niña solitaria. Hasta muy entrada mi madurez no se marchó, y creo
que tardo tanto en hacerlo ya no he
podido evitar que los recuerdos de mi niñez,
adolescencia y juventud me produjesen un
desconcierto insoportable. Estos hechos son
alguno de los más significativos aunque muchos más han sido y son el
maná de un camino que aun
recorro.
En estos momentos de mi vida, ya he podido asumir y aceptar mi condición de niña-mujer rebelde que
lo sabe todo de ella misma o de
mujer-niña que aun no sabe a ciencia cierta quién es. Así me muestro ante los
demás sin importarme los prejuicios que pueda provocar en contra mía.
Vuelvo de vez en vez a buscar a la Julia niña que divagaba entre montañas... y ahora desde la edad
madura, la siento sabía, y entonces me aferro a su valentía que la hacía
unirse a la maravilla del universo, ser nube o viento o aletear junto a su
amigo imaginario y las inseparable libélulas. Jugaba con ellas hasta que enredaban
sus colores violetas, azules eléctricos y dorados trasparente en sus ojos. Niña
julia que vivía la metamorfosis de los sapitos hasta convertirse en ranas, una
niña tal vez extraterrestre que aún me
da la mano y me alienta a seguir caminando.
Debo decir que siempre ha sido sumamente fácil traspasar o
acceder al espacio Akasico y que nunca
he necesitado tratamientos sicológicos para poder entender mis estados, para
otros de locura, ya que eran y son tan reales
y naturales, que no me crean o
crearon confusión para relacionarme en
la vida social cotidiana. Actualmente
estoy escribiendo una historial que habla de todas mis vidas de las que tengo
consciencia desde los tiempos de los NUBIOS,
hasta este espacio-tiempo en el que ahora habito; además de inmediatez en el acceso
a los planos de los que hablo, me produce un profundo sosiego y respeto porque
su existencia me hace tener el gran
compromiso de no frivolizar sobre ellos, ya que estos planos están repletos de una REALIDAD PATENTE y por lo
tanto, con sus seres, habitándolos. Es allí donde me fascina pintar con acuarelas.
Sin estudios de esta técnica me dejo llevar por el agua que se fusiona con el
aire y los pigmentos. Posiblemente la acuarela sea una forma de traspasar a
otros espacios creativos existentes-
inexistentes, lo que si tengo claro es
que dibujo mis mundos paralelos. Ellos me atrapan y me absorben hasta ser un
simple canal que sostiene mi mano
autónoma.
En la actualidad y a la espera de otras esferas espirituales a las que acceder… el arte es para mí
un lugar donde canalizar mi cotidianidad y relajarme de mente, cuerpo y elevar mi
alma y espíritu. Estos viajes a los
mundos ancestrales y universales a través de la belleza del ARTE hacen parte de
mí y son mi sostén, ya que esta vida en la que me mueven las sociedades
actuales me produce una gran impotencia. Ahora
tengo un gran amigo y compañero, colega de aventuras y dolores extremos,
y cada día me espera en su mullida nube,
para hacer que sea posible en mi,
Ser un Ave Fénix al día siguiente.