VEINTE
AÑOS
Tú
eras la muchacha que camina viendo tiendas,
nunca
vuelve a casa antes de las diez y media.
Desayunabas
una tostada de pan con aceite
y
dos tazas de café expresso, llevabas suelta
la
melena rubia de tu pelo, en todas las fotos
sonreías.
Yo me fijaba en tus piernas infinitas,
en
el movimiento al andar de tu cuerpo, y parecía
escucharte
cantar en cada sílaba. Decías “ár-bol”,
y
el viento agitaba las frondas con un runrún
de
seda que se toca; “nu-bes”, y yo pensaba
que
el tiempo de la vida dura mucho tiempo.
El
mundo no volverá otra vez a ser el mundo
de
aquellas tardes, nada me sabrá en la boca
como
morder tus labios, jamás iremos juntos
a
parte alguna. ¿Dónde guardaste tus sandalias
sin
tacones, tu trenca con capucha, el vestido
aquel
de flores? Tú eras la muchacha rubia
que
camina indiferente por en medio de la calle
sin
atender a los coches, las señales luminosas,
los
signos de que se detenga. Yo contigo
cumplía
entonces veinte años y éramos felices.
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Manuel Lacarta. Escritor madrileño. Reúne sus
libros de poesía hasta la fecha en Otoño
en el jardín de Pancho Villa (1977-2010),
Premio de la Crítica
de Madrid 2011. Es autor además de una novela, Dame tus manos, los Cuentos
de media página y los relatos de corte histórico Cuentos de Madrid. Su obra de ensayo, más abundante en número, se
circunscribe al Siglo de Oro español, destacando sus biografías de Carlos V,
Felipe II, Felipe III, Lope de Aguirre y Cervantes. Interesan también estudios
suyos de temática matritense como Madrid
y sus literaturas y La Casa de Austria y la monarquía de Madrid, o los diccionarios del Quijote, del Siglo de Oro y del Renacimiento.
Margot en la Plaza
de Castilla surge del poema que, con
el mismo título, se recoge en otro poemario anterior, y, si bien es cierto que
no deja de ser un canto a la mujer y a la libertad de la mujer, su autor lo
siente ante todo como ese pulso con la vida, destinado al fracaso, por
recuperar lo irrecuperable: los veinte años, de la juventud, la belleza, el sexo,
la inocencia también; en suma, lo que fuimos.
Margot
no es, pues, un libro de amor, sino de
contemplación ya sin aventura, es decir, de comprensión.
Siendo así, Manuel Lacarta se acerca a “ella”,
nos habla de “ella” desde el “yo” y termina devolviéndonos a “ella”, que viste
un vestido de flores bajo la trenca con capucha y calza zapatos bajos, sin
tacón.
Como ya ocurriera en 34 posiciones para amar a Bambi, con el que obtuvo en 1988 el prestigioso
Premio Ámbito Literario, Margot es
también un pretexto, no sólo para que el particular microcosmos del autor
aflore discursivamente a su través, adherido valga decir carnalmente a la piel de
un personaje recurrente, sino para poetizar una realidad con miras a crear ante
todo verdadera literatura.
Manuel Lacarta vuelve a asombrarnos con
la magia de sus versos, tan fluidos como cercanos, siempre sabios y necesarios,
en esta nueva entrega de su poesía. LUIS ALBERTO DE CUENCA
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