MUJERES INFIELES
EN LA
ERA FRANQUISTA
Stella Manaut
STELLA MANAUT – BREVE
NOTA BIOGRÁFICA
Nace en Madrid en el seno
de una familia de artistas. Tras sus estudios en el Liceo Francés de Madrid,
pasó por las facultades de Filosofía y Sociología; también por la Escuela de
Arte Dramático.
Protagonista de muchas obras teatrales, algunas salidas de su
propia pluma y como actriz secundaria en tres películas, dos cortos y varias series de
televisión.
Con su esposo, el
concertista de guitarra Eugenio Gonzalo, ha recorrido gran parte del mundo en
recitales de Guitarra y Poesía españolas.
Como dramaturga tiene
registradas más de 50 obras, doce de ellas estrenadas. (ver web: stellamanaut.com)
También libros de
relatos, de poesía, el último “Sátiras feministas”. Varias novelas, las últimas:
“ Enamorada de un cura comunista”, “Mujeres infieles en la era franquista”.
Dirige en Valencia el
Museo Manaut, dedicado a su padre José Manaut, alumno de Sorolla.
CONSIDERACIONES DE LA AUTORA
Posiblemente habrá quien piense que la
temática de esta novela está lejos de la realidad, además de ser un tanto
atrevida. Sin embargo -y, usted perdone si su relación se mantiene intacta a
través de los tiempos-, raras son las parejas en las que, al menos uno de sus
miembros, no ha sucumbido a la tentación de un nuevo cuerpo.
Hace unos años esos devaneos se
consideraban normales en el hombre, intrínsecos a la naturaleza del género
masculino, incluso dignos de aplauso, como si el tener una amante fuera algo
así como un trofeo de caza. Hasta la propia esposa acababa muchas veces por
justificarlos. Algunas, incluso, acunaban en su regazo el fruto de una relación
extra-matrimonial del cónyuge.
Hasta no hace tanto tiempo, también en
nuestros “civilizados” países, la mujer adúltera (¡qué poquito me gusta esta
palabra!) era condenada por la sociedad, humillada, encarcelada, apartada del
núcleo familiar; de sus hijos. Hoy, ¡bendito sea!, las cosas son muy distintas.
Ellas se han soltado el pelo, pero ellos, en muchos casos, no pueden soportar
que su “santa” les sea infiel o bien no les soporte y quiera abandonarles y
crear una nueva relación (ver el casi centenar de mujeres que caen en España,
año tras año, bajo el cuchillo vengador). Me refiero, por supuesto, a lo que
ocurre en Europa, en los Estados Unidos
y en alguna que otra zona -pocas- del Planeta Tierra. En infinidad de países se
condena todavía con mayor saña el adulterio de la mujer, penando muchas veces a
la pobre víctima con una muerte terrible a pesar, incluso, de haber sido
violada.
Actualmente, novelas y películas
exponen el asunto de la infidelidad en la mujer como algo que puede ocurrir con
frecuencia. Lo cierto es que las relaciones largas se hacen monótonas; que la
pasión, en la mayor parte de los casos
-felices aquellos que consiguen mantenerla, que los hay- acaba
difuminándose con el transcurrir de los tiempos y de las circunstancias (hijos,
suegros, paro, caracteres enfrentados…). Luego,
no es raro que, aunque la relación con la pareja siga siendo grata, se busque
en un@ tercer@ el amor perdido.
Al
hablar de este tema no pretendo que se me tache de frívola. Por lógica, me
refiero a un núcleo de población sin graves problemas de subsistencia. De
existir éstos, se hace más difícil el juego del amor extra conyugal. Lo mismo
ocurre si un miembro de la pareja cae gravemente enfermo. Para que la
infidelidad “florezca”, las circunstancias, tanto físicas como económicas, han
de ser propicias.
Múltiples estudios al respecto muestran
que el ser humano es básicamente polígamo; que lo de la fidelidad nos ha venido
dado por imperativos sociales, por el deseo de unir familias poderosas.
También, parte importante del manejo de nuestros sentimientos lo tiene la
religión, sea la que sea, ensañándose siempre con la mujer.
En esta novela he querido mostrar la
situación de las féminas durante la dictadura franquista, además de dar forma a
unas cuantas historias reales que las propias protagonistas me han confiado,
siempre bajo la promesa -cumplida- de cambiar nombres, lugares y circunstancias.
Como se podrá comprobar a medida que avance la lectura, hay varios
denominadores comunes, no sólo por lo que a las reacciones de la mujer infiel
se refiere, sino también por el carácter de la mayor parte de sus compañeros
“legales”.
Evidentemente, hay que situarse en la
época a la que corresponden las historias donde, tanto ellas como ellos,
recibieron una educación religiosa salpicada de tabúes e infiernos, con una
influencia absolutamente negativa en el desarrollo de sus personalidades.
Mujeres que se mantenían físicamente vírgenes hasta el matrimonio -que no
mentalmente, pues el cerebro no sabe de convencionalismos sociales- y, en
consecuencia, hombres que no tenían ocasión de conocer a fondo el cuerpo de sus
compañeras, de igual a igual, pues tan sólo habían practicado el amor con
prostitutas -benditas sean- pero que, por lógica de su “negocio” necesitaban -y
necesitan- cambiar con rapidez de cliente. Por ello aquí encontraremos, con
frecuencia, a hombres más o menos convencionales, por lo general con un buen
trabajo, pero también por lo general, sin muchas inquietudes intelectuales,
nada duchos en juegos sexuales y, en muchos casos, con eyaculación precoz. Un
hombre que va de su casa a la oficina y que, aunque tenga que buscarse un
trabajo extra, prefiere que la mujer se quede en casa. Él lo único que quiere
es que todo esté en orden, la comida hecha, la ropa planchada y en su sitio,
los niños estudiados y “echar un polvo” rápido -perdón por la expresión- los
sábados a la hora de la siesta. Poco más.
Entre
las mujeres he visto también un comportamiento repetitivo, al margen de que se
limiten o no a las tareas caseras. He observado, por ejemplo, reacciones que
denotan una muy baja autoestima, fruto de tantos años de marginación. De ahí,
el deseo de mostrarse perfectas ante sus amantes, prestarse a cocinar, limpiar,
planchar… También se repite el hecho de que el azogue no les devuelve una
imagen con la que se sientan bien; y sin embargo, a medida que pasa el tiempo y
contemplan las fotografías de años pasados, comprenden que eran atractivas.
Asimismo, puede apreciarse en varias de
estas historias, que la mujer protagonista está llena de inquietudes que
contrastan con la vida monótona de un marido al que se sigue queriendo, y
mucho, a pesar de haberse sumergido en algún amor clandestino, pero del que no
se puede soportar el menor roce cuando aparece un amante en el horizonte...
Porque, como bien dice el refrán: “Lo cortés no quita lo valiente”.
Usted, lector, podrá justificar o
mandar al infierno a estas mujeres, pero la realidad es la realidad. Yo no he
inventado nada; tan solo he adornado las historias. Quizá, en el futuro,
escribiré otra novela dedicada a los hombres, aunque dudo que ellos se dejen
hurgar en el fondo del corazón y de la conciencia.
“¡Vive
la liberté, l’égalité et la fraternité!”.
Gracias a Dios o a quien sea, novelas como ésta pueden
contar la verdad sin condenar a la “adúltera” a la hoguera de la vergüenza. ¡Abajo
las Madame Bovary, las Ana Karenina y
las Regentas! Sus historias, basadas o no en personajes reales, siempre
terminan fatal. Claro está que fueron escritas en el siglo XIX y por hombres…
ARAÑA EDITORIAL
ARAÑA EDITORIAL
No hay comentarios:
Publicar un comentario