Siempre recuerdo a NICOLAS FIKS
Y ÉL a mi alrededor....
Aquellos días de sueños se han convertido en años pandémicos si es que pensamos en el calendario inventado por humanos del pasado; pero parece ser que él sigue a mi alrededor observándome, atento a ver si me animo a seguir contándole historias, pero esta vez desde la CIUDAD deseada... le siento así, como en la imagen que me dejó junto a sus palabras en un momento en el que ambos queríamos lo mismo, un cambio en la vida que llevábamos.... Yo también me sentía efímera en la ciudad en la que aun vivo, descompuesta, inútil …. ya que no había una posibilidad de derruir en pedazos el habitad terrenal, y construir mi SAMARCANDA particular....
Le debo mucho a este ser humano....hoy encontré de nuevo sus palabras que escribió posiblemente para él mismo...y me las dejó en el lugar en el que nacen las palabras, el alma viajera, camuflada entre los dos, en un espacio infinito junto al éter de las estrellas.
2024----Nicolás .... Siguen las historias aun tan desafortunadas, en la que los niños siguen pasando hambre en un mundo enriquecido por la avaricia, la maldad y la depravación.... la desidia y el abandono del alma destruye el habitad, y tú y yo hablamos construyendo palabras, poemas....
volvemos a soñarnos....?
www.juliadelarua.com
El carbonero
No pretende ser exacta la leyenda que
Julia De la Rúa me contó; tampoco sería estético que lo fuera.
El horror es siempre repulsivo aunque en ocasiones moralizante (los héroes de
las guerras o de las pestes por dar un ejemplo). Lo que sé y que ahora me
mantiene insomne, lo que sé y que ahora me esta matando es la obsesión de una
historia peninsular, de vaga ascendencia e incierto desenlace. Se pierde en la
noche de los tiempos junto a La Gardaña y al demonio Pedro Trabajos: sociedades
secretas y supersticiones de la mística España.
Fue en los últimos meses del año que pasó,
en una ciudad de calor sofocante y pobreza extrema; a la vera del Río Dulce
donde San Francisco Solano catequizó.
Yo me encontraba investigando las
propiedades del agua termal que nace de las napas, cuando el llamado de Julia,
desde España, me trastornó.
No fue la historia más interesante que
escuché ni la más inverosímil. Julia me habló del personaje vasco o quizás
navarro llamado Olentzero, conocido como El Carbonero, quien vive ermitaño en
los montes y cada navidad desciende al pueblo para obsequiar regalos a los
niños pobres.
Pio Baroja dice que la caridad sucede en
San Sebastián, que lo llaman Orentzaro y que trabaja en las minas de carbón.
Mientras Julia me narraba la historia
pensé en el detalle de que El Carbonero acaricia los vientres de los niños, y
que aquellos que están famélicos son los primeros en recibir los regalos: un
generoso plato de comida.
Cuando corté el teléfono me sentí un
inútil y un egoísta, un mal elegido que pierde su tiempo en el estudio vano de
la ciencia mientras los niños padecen; un avaro que ignora los rostros
sufrientes del hambre.
Aquella noche y las siguientes ya no
dormí: la culpa me roía y no dejaba de imaginar el desvelo del inocente que no
come, que toca su vientre flácido con sus manitas flacas y busca respuestas en
la madre que también llora.
En algún momento de alguna madrugada me
prometí que sería yo quien paliase el dolor de los chiquitos.
El pueblo me rechaza; como El Carbonero
soy un ermitaño. Me deslizo tarde por la noche. Mi nombre es infame y mi piel,
golpeada, es oscura como el carbón.
Aguardo que los niños pasen, en los
caminos secos, de los pueblos alejados, y entonces me abalanzo sobre ellos y
con desesperación acaricio sus vientres. Luego escapo a los montes.
Temprano por la mañana dejo un plato de
comida junto al cuerpo que ya no desespera por el hambre.
NICOLAS FIKS
ESCRITOR