JULIA DE LA RÚA -narradora, poeta y acuarelista española- enarbola tres valiosas cualidades como catalizadores de su arte: belleza, inocencia y primitivismo. Que es una manera de oponerse a la banalidad actual del arte y a la deshumanización de la sociedad contemporánea. “Sueño”, poema dedicado a su abuelo (Zacarías Baldomero), que hemos incluido en la antología PADRE, RAÍZ Y ETERNIDAD / homenaje literario al PADRE, editado y presentado aquí, en Chiclayo, Lambayeque, Perú, en junio de este año, con participación de escritores de ocho países, es una buena muestra de la visión estética de Julia De la Rúa. “Sueño” es un poema que condensa muchos valores y sentidos. Por supuesto, belleza, inocencia y primitivismo incluidos. Cada artista asigna una definición propia a las palabras básicas de su ideario. Julia tiene, entonces, un concepto profundo e íntimo de la belleza artística, una valoración ontológica de la inocencia (a la que es necesario volver, si queremos todavía vivir vivamente la vida) y una celebración exultante del primitivismo que, intuimos, no es sino la vuelta a la sintonía ancestral hombre-Naturaleza y a un hacer arte desde la sabia simplicidad de las cosas. No sé cuán cerca o lejos estamos de las conceptualizaciones de Julia; pero de lo que estamos seguros es de que “Sueño” condensa aquellas tres virtudes primordiales. La visión mágica del abuelo ebrio y panteísta (¿acaso porque la niña cronológica y la niña espiritual vislumbran en el anciano a un habitante de otro universo, más consolador que el que vemos a diario?), el éxtasis del mundo natural, “las amapolas son maravillosas”, “el pilón donde vive la libélula”, “una pequeña violeta. Es para mi papá”, las “manzanas arrugadas y amarillas”, en fin. La huerta como una fuente de maravillas y de realidades insólitas a las que no acceden las personas “normales”; sino los que viven mágicamente, como los niños por supuesto. Así que el poema “Sueño” es una especie de relato lírico de lo que es real y maravilloso al mismo tiempo. Estamos ante la fabulación de una niña espiritual (ya que no cronológica); pero que acude a su dimensión primigenia (esto es, primitiva), para abrirnos el telón de la realidad mágica, para recordarnos la enseñanza del Principito, sólo podemos ver lo esencial con el corazón. Y eso es: el poema de Julia está lleno de sabiduría del corazón y, por eso mismo, se alinea con la Vida y el amor. Y, por supuesto, es un homenaje al abuelo Baldomero, a esa segunda estación de la inocencia que es la tercera edad. Los prosaicos dirán: la vejez. El abuelo y la huerta son dos instancias de lo insólito, de la sorpresa perenne de lo vivo y palpitante. “A veces, cuando mi abuelo riega, / se cae, y no se levanta. Da igual… Es feliz porque / se convierte en planta”. El abuelo tiene la llave de un mundo de asombro (cualidad tan elogiada de la niñez cuya pérdida engendra la monotonía y el aburrimiento que nunca debieran existir). Decía alguien que el aburrimiento no es otra cosa que falta de imaginación. Y es cierto. Por eso, los artistas como Julia tienen una mente que desborda de inquietudes y un corazón que contagia de entusiasmo. De inquietudes estéticas y humanistas; de entusiasmo por las cosas y razones fundamentales de la vida que nos impulsan a hacer arte, a creer en un mundo de hermanos (puesto que las fronteras son inventos arbitrarios) y a aspirar a aquello que nos dicen musicalmente Alberto Cortez y Facundo Cabral: “Porque el punto más alto / es llegar al amor”. Desde esa visión, la estética de Julia, tan vital, tan intuitiva, nos lleva otra vez a Facundo Cabral para, en la resonancia internamente personal que nos provoca el arte, recordarnos: “Hoy es un nuevo día / para empezar de nuevo”.
Saludamos y felicitamos la
visión y el trabajo estéticos de Julia, desde aquí, desde Perú, y nos sumamos a
su hambre y sed de magia y de clamor por la rehumanización (o
re-espiritualización) del hombre. A su llamado a un arte por la Vida y por los
seres humanos. Y, por supuesto, agradecemos profundamente a Julia De la Rúa no
sólo por su bello y mágico poema; sino, además, por sus palabras introductorias
a la antología, tan poéticas, tan alentadoras y fraternas, sumándose a nuestro
homenaje al padre, raíz y eternidad, en cada familia, en cada aldea, en el
mundo entero.
Con
gratitud y consideración especial:
PEDRO
MANAY SÁENZ
Al hacer un recuento de los instantes en que
hemos seguido las huellas asentadas en este camino de etérea amistad (por el
momento), como si fuera de antaño y, pasados los años transitando el mundo en
la búsqueda de la concordancia con el Universo, pues, con Julia, hemos logrado acortar distancias,quizá
siderales, en las que el ser humano navega traspasando fronteras imaginarias
cuando se taladran los silencios y se buscan respuestas a los misterios que nos
plantea la existencia. Es en esos instantes mágicos, donde la dimensión de lo
que solemos interpretar algunos buscadores
con avidez,sin término ni principio, por lo que llevamos adelante este
despertar de coincidencias en cuanto a fines y objetivos que nos vamos lanzando
para hacer de estos sueños la única y certera realidad en esta moderna era
cibernética en la que nos movilizamos inexorablemente. Y aquí es, por ello, cuando
hacemos de esta actividad lo que solemos
llamar con sentido común: AMISTAD. Con Julia, se ha logrado esto con mucha
soltura y comodidad, tan natural como beber un vaso de agua que nos aplaca la
sed de transitar por lo sensiblemente humano.
LUCIANO “KICHI” BERGER
Coordinador
General de la Asociación Cultural
“Estación de Brujos”
Co-Director de las Redes Sociales Facebook Casa del Poeta Peruano
CHICLAYO,
PERÚ